viernes, 24 de julio de 2009

Idealizando…
Kenia Rojas
Estudiante RI

Me gusta quejarme, me fascina. Y creo que no soy la única. Todos los que practicamos constantemente esta actividad, encontramos en las situaciones diarias del país una gran variedad de hechos para escoger, y quejarnos.
Sin embargo, algunas veces simplemente es imposible negar lo que pasa frente a nosotros, por lo que hoy elegí no quejarme, al contrario, pretendo evidenciar cierta circunstancia con el objetivo de exaltarla e incluso por un momento sentirme realmente orgullosa de MI país.
Hace unos días al ser alrededor de las 4: 30 a.m. a mi compañera de apartamento se le ocurrió que había alguien tratando de ingresar a la fuerza, ¡nos estaban asaltando!, asustada llamó a la policía para que vinieran en nuestro auxilio. Al final resultó que eran los gatos del vecino que disfrutaban de un paseo nocturno por el techo, y el asunto no pasó a más.
Lo que de verdad importa de esta bochornosa experiencia, es el hecho de que la fuerza pública llegó al lugar menos de cinco minutos después de haberlos llamado, sé que debería de tomar en cuenta que por la hora no tendrían mucho trabajo y que de hecho es su responsabilidad hacerlo bien, pero realmente nunca pensé que fueran tan eficaces y además que fueran a reaccionar de tan buena manera al saber que todo fue por culpa de los gatos, ellos decidieron igual revisar todo el lugar y hasta cerraron con un cliché que nos cayó como un baldazo de seguridad: “estamos para servirles”. Siempre creí que todos los policías de este país tardaban más de media hora en atender cualquier caso y que cuando lo hacían era de mala gana.
Aprendí que, aunque con sus grandes desperfectos, la fuerza pública es una institución vital para el estado y sobre todo para nosotros, los habitantes, y que no todos los policías son el típico corrupto devorador de donas que imaginamos, sino que hay quienes aun responden a su uniforme con la responsabilidad y seriedad que éste implica; ellos nos dan seguridad cuando la paranoia que nos ha dejado la delincuencia nos hace creer que seremos la próxima victima, y realmente nos protegen cuando deben hacerlo.
Obviamente no debo tapar el sol con un dedo y creer que puedo poner mi vida en las manos de cualquier policía y que este se jugará la propia por salvarme, pero en nuestros días, amanecer de vez en cuando con el espíritu idealista en nosotros y derrochar esperanza de un mundo mejor tal vez no sea tan malo, después de todo si el “optimismo resultara injustificado, al menos habría vivido de buen humor”.

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