jueves, 2 de julio de 2009

LA MARCHA DEL ORGULLO HUMANO

Bryan Acuña Obando.
Estudiante Relaciones Internacionales
Somos miembros de una sociedad, algunos son parte en minorías sexuales, algunos somos de minorías religiosas, otros de minorías políticas, pero todos nos desenvolvemos en un ambiente rodeado de seres humanos, o que al menos tienen las características de estos.
En los últimos años hemos visto como una costumbre manifestaciones de grupos minoritarios que desean que en sus respectivos países no se les mancillen sus derechos, que no se les reprima y que no se les condene por sus gustos, preferencias y condiciones.
No hace tanto se debió aprobar una ley en Costa Rica que obligara al resto de la población a adaptar la infraestructura nacional, favoreciendo a personas con ciertas discapacidades, es por esto que ahora tenemos plataformas en los autobuses, semáforos con sonido para los no videntes, taxis especiales para personas con discapacidad etc. De a poco vamos superando esta etapa de sumar en nuestro diario vivir a la minoría de personas con algún grado de discapacidad pero que contribuyen claramente con la economía de nuestro país.
Pero no todo es como final de cuento de hadas en nuestras sociedades, ya que existen minorías que están intentando abrir brecha en nuestro diario vivir y que por razones de nuestra educación social, no los hemos integrado totalmente y a veces los relegamos a un segundo plano; me refiero a las minorías de gustos sexuales.
Como bien lo ha expresado un amigo mío en la Argentina, no existirían marchas del orgullo gay si no hubieran discriminaciones hacia los hombres y mujeres cuya preferencia es hacia personas de su mismo sexo, así como no existirían marchas contra el racismo, a favor de los enfermos de SIDA, contra el machismo, etc. Si en nuestros respectivos países aprendiéramos de una vez por todas que en el caso de los derechos no se clama por ellos sino que se exige que se ejecuten por igual.
En la actualidad las minorías homosexuales y lésbicas se han unido para solicitar que se les de una oportunidad de poder ejercer su derecho a decidir con quién desean pasar el resto de sus vidas, darle seguridad social a las personas que ellos han tomado como pareja o compañero sentimental y hasta poder hacerles participes en sus testamentos por herencias en caso de morir alguno de los dos. Pero hasta el momento nuestra sociedad paternalista, cuasi teocrática y juiciosa no se ha manifestado en la posibilidad de las uniones de hecho, mancillando así un derecho que hasta ahora los grupos lésbicos – homosexuales han tenido que pelear contra muchas adversidades. Hasta contra la risible posibilidad de llevar a referéndum popular la respuesta de si pueden o no las personas de un mismo sexo contraer uniones de hecho. Aceptar ese tipo de propuestas en una sociedad mojigata como la nuestra es un suicidio legal.
Los homosexuales están teniendo mayor presencia en la vida pública aunque hasta cierto punto ahora funcionan como cartas políticas. Cabe mencionar que para las elecciones nacionales hay posibles postulaciones de dos candidatos a diputados abiertamente homosexuales, como lo son el caso de los señores Marco Castillo del Partido Acción Ciudadana y Abelardo Araya del Partido Frente Amplio. Sus capacidades intelectuales son como las de cualquier otra persona, y si alcanzaran una curul, no debemos verles como algo más que miembros del poder legislador del país. Y su posición como diputado puede facilitar la opción de proponer mejores condiciones para los que poseen sus mismos gustos y preferencias sexuales.
Y ciertamente es un gran vicio humano el de discriminar a las minorías y mantenerlas en el anonimato, tratando que no influyan en las situaciones nacionales, que no crezcan que guarden silencio y que no se desarrollen. So pena de ser discriminados abruptamente o peor aún, vivir una situación como los armenios en Turquía a principios del siglo pasado, los judíos a manos de los nazis o lo vivido por bosnios y kosovares. Cuando en algunos casos las minorías se ven avanzar más rápido en la sociedad, es donde los represores y celosos buscan la forma de hacerlos a menos por medio de la burla, la discriminación o en el más cruel de los casos, el exterminio.
Cabe hacer la salvedad que ya algunas minorías al menos en nuestro país ya han sido integradas poco a poco en el poder nacional y han sido sacadas de las sombras del anonimato paternalista y machista. Lo hemos visto en las internas de los partidos “Acción Ciudadana” y “Liberación Nacional” donde el mercadeo se da con la participación de dos mujeres; una en cada partido; y el caso curioso que en el Partido Acción Ciudadana la pre candidata es de origen afro-caribeño. Que lo convierte en un dato histórico porque vemos salir de la lista de discriminados a dos grupos sociales relegados hasta hace unos años; las personas de piel negra y las mujeres.
Aunque hemos visto algunos avances en materia de la no discriminación por gustos y preferencias de otros, todavía hace falta trabajar más porque los derechos en países libres no son temas negociables sino de ejecución, debemos quitarnos de la cabeza el título de jueces de la humanidad y de extender los otros cuatro dedos para dar una mano en colaboración a la construcción de una mejor sociedad, y no solamente utilizar el índice que ya lo debemos tener entumecido de señalar a los demás y ver la viga en nuestros ojos.
No escribo dirigiendo este artículo solamente a los homosexuales y lesbianas de Costa Rica, o del mundo, sino que lo dirijo a los que formamos parte de la sociedad mundial toda; en una marcha del orgullo humano, de la sociedad constructiva que en vez de andar pisoteando derechos, debería generar libertades responsables, que en vez de poner trabas de interpretaciones religiosas, enseñen el amor por el prójimo como lo expresaron grandes líderes religiosos, filósofos y políticos de la historia.

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